Castillo de la Real Fuerza

El Castillo de la Real Fuerza
El Castillo de la Real Fuerza

El Castillo de la Real Fuerza y sus generalidades

El Castillo de la Real Fuerza es considerado como un distintivo exponente de la arquitectura militar de la Colonia Española en el área del Caribe.

Se encuentra enclavado en la Plaza de Armas, actual Centro Histórico de La Habana. Sobre su torre se alza la «Giraldilla», símbolo de la capital de la isla y en su interior se puede encontrar una colección museográfica de la historia de la fortificación y de diversos objetos relacionados con la historia de la navegación y la construcción naval en Cuba.

Desde 1990 hasta el año 2005 fue sede del Museo Nacional de la Cerámica, aunque en la actualidad se desempeña como Museo Castillo de la Real Fuerza.

Entre los días 13 y 17 de diciembre de 1982 en el marco de la 6ta Reunión del Comité Intergubernamental de la Convención del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural celebrada en la UNESCO en París, como parte integrante del Centro Histórico de la Habana Vieja, le fue concedida a esta monumental obra arquitectónica la condición de Patrimonio Mundial.

La historia del Castillo de la Real Fuerza

La construcción del Castillo de la Real Fuerza comienza el 1 de diciembre de 1558, tras haber sido destruida la Fuerza Vieja, primera fortaleza habanera.

Esta fortaleza se erigió en el espacio que ocupaba la primitiva plaza de la villa, frente al canal de entrada a la Bahía de La Habana.

Los trabajos constructivos se comenzaron bajo la dirección del ingeniero Bartolomé Sánchez, los cuales avanzaron lentamente hasta que en 1562 Francisco Calona sustituye a Sánchez y reanudó el trabajo del edificio que todavía se encontraba en los cimientos.

Diecinueve años después se dio por terminado el inmueble. No obstante, a partir de 1588 se comenzaron a realizar ampliaciones en la planta alta, destinadas a servir como vivienda para los gobernadores y hacia 1630 se añadió un piso a la torre sobre el ángulo del baluarte suroeste.

En este lugar fue colocada la «Giraldilla». Durante la toma de La Habana por los ingleses, en el año 1762, esta fortificación fungió como centro organizativo de la defensa de la ciudad y se convirtió en uno de los principales baluartes de aquella contienda.

Además de fungir como residencia de los capitanes generales y los gobernadores de Cuba, el Castillo de la Real Fuerza sirvió para guardar el oro, la plata y otras mercancías de valor que llegaban a la isla en tránsito hacia España.

Al retomar la metrópoli el dominio colonial de la ciudad, después de 1762, el castillo emplazó a las tropas de la plaza y durante la Guerra de los Diez Años se convirtió en el Cuartel del Cuerpo de Voluntarios de La Habana.

Hacia 1899 el gobierno interventor norteamericano ordenó trasladar a la fortaleza el Archivo Nacional, donde se mantuvo hasta 1906.

A partir de esa fecha fue utilizado como cuartel de la Guardia Rural y desde 1909 lo ocupó la jefatura de ese cuerpo. Entre los años 1938 y 1957 el Castillo de la Real Fuerza fue la sede de la Biblioteca Nacional.

Después del triunfo revolucionario de 1959 la planta alta primero dio cabida a la Comisión Nacional de Monumentos y luego al Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología. En la planta baja se ubicó el Museo de Armas.

El Castillo y su arquitectura

El Castillo de la Real Fuerza se caracteriza por la simetría perfecta, propia de la arquitectura renacentista del siglo XVI.

La planta puede entenderse como un cuadrado que se encuentra dividido en nueve partes iguales, las cuales rematan cuatro bastiones regulares o como cuatro cuadrados concéntricos.

Los baluartes se construyeron siguiendo las nuevas técnicas impuestas por aquel entonces en el uso del cañón, las cuales determinaban que las fortalezas debían ser levantadas con gruesos muros para tener mayor resistencia a las balas.

Alrededor de la fortaleza se encontraba el foso húmedo limitado por el muro perimetral.

La Real Fuerza poseía numerosos defectos, tales como un patio pequeño, troneras demasiado abiertas en los baluartes, bóvedas altas y delgadas, ausencia de escaleras para acceder al piso superior, foso poco profundo y deficiente artillería.

Cabe destacar que algunos de estos problemas se fueron subsanando, aunque otros nunca tuvieron solución.

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