Los Cimarrones

Los Cimarrones
Los Cimarrones

Datos generales sobre los Cimarrones

Desde el siglo XVI la palabra cimarrón sirvió para nombrar a todo aquello que era silvestre o salvaje. Tal y como se usó en el Nuevo Mundo, cimarrón se refirió originalmente al ganado doméstico que se había escapado a las montañas en La Española y poco después se le denominó también a los esclavos indios que habían escapado de los españoles.

Al finalizar la década de 1530 ya se había empezado a aludir, principalmente a los fugitivos afroamericanos. La fuga era el primer paso, luego venía el enfrentamiento para tratar de preservar lo que habían construido durante su breve libertad en rincones apartados de las ciudades o en el campo denominados palenques o quilombos.

La historia de los Cimarrones es la historia de rebeliones audaces y continuas, orientadas por el ansia de libertad.

Los Cimarrones y la esclavitud en Cuba

En Cuba la esclavitud se inició con la entrada de Colón con indígenas guanches de Islas Canarias, junto a los primeros esclavos africanos que utilizaron para explotar su mano de obra o fuerza de trabajo, así como del sometimiento de nuestros aborígenes o primeros habitantes indocubanos.

En excesivas condiciones de tratos injustos, crueles y degradantes se iban sometiendo a dichos seres humanos, violándoles todos sus derechos. A los esclavos se les mantenía desnutrido, semidesnudo y falto de atenciones médicas, hacinados en pésimas chozas o barracones, bajo abundante vigilancia, forzados a trabajos intensos e infrahumanos, y sometidos a duros castigos.

A la larga todo esto provocó que aparecieran los Cimarrones, pues era una forma de salir de tan lamentable situación.

Datos relevantes

Ante tanta maldad, como reacción lógica los hombres oponían resistencia y se rebelaban, amotinaban y escapaban solos o en grupos. Desde 1526 hasta 1868 se conoce de fugas de estos esclavos, llamados por esta razón como Cimarrones.

Trataban de ocultarse lejos de sus explotadores, en sitios inaccesibles e intrincados, en montañas y montes o en zonas pantanosas, donde evitaban el conformar grandes grupos para no atraer la atención.

Tenían que ser cuidadosos al caminar para no dejar tras de sí rastros o huellas, trasladarse de ser posible dentro de las aguas de los ríos, moverse fundamentalmente de noche y realizar rodeos alrededor de los lugares que les servían de asiento, para de esa forma desorientar a sus perseguidores.

De igual modo, trataban de que en los sitios donde se guarecían existiesen varios caminos para huir si resultaba necesario. En esas condiciones adversas y difíciles, tanto para los adultos como para sus hijos menores, llevaban vida de guerrilleros, que los obligaba a guardias, desvelos y constante vigilancia para la defensa de su libertad.

No se puede soslayar el hecho de que los cimarrones tuvieron en ciertos momentos un papel fundamental como catalizador de las relaciones entre las autoridades coloniales y los esclavos, ante el temor de una posible sublevación generalizada.

La vida de los Cimarrones

Para lograr subsistir en los sitios donde se guarecían, llamados palenques, los Cimarrones recogían frutas y raíces, pescaban, cazaban aves, puercos jíbaros, jutías, labraban la tierra y sembraban o producían plátano, malanga, ñame, frijoles y otros productos.

Incluso realizaban intercambios comerciales con pobladores cercanos, corsarios y piratas. También se conformaban familias y tenían hijos. También, en aras de conseguir lo necesario para subsistir realizaban incursiones o asaltos a sitios donde existiesen dotaciones de esclavos para liberar compañeros y para suplir necesidades que se les imponían.

De esta forma se llevaban armas, municiones y pólvora, sal, ajuares de cocina, etc. Para eliminar la justa y necesaria rebeldía de quienes ansiaban la libertad surgió desde los primeros momentos la persecución y la represión de los esclavos.

Con los métodos más perversos y viles, surgieron los llamados rancheadores, los cuales empleados al servicio de los ricos explotadores esclavistas y montados en buenos caballos, bien alimentados, armados, auxiliados por fieros perros, perseguían con sádico ensañamiento a los cimarrones, sometiéndolos a duros y múltiples vejámenes, torturas y asesinatos.

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